/Crónicas///

Bonnie ‘Prince’ Billy – Bilbao (20/10/2011)

8.7
Kafe Antzokia, 3/4 de sala
Precio: 20/24 €

Seguimos sin entender las manías de los promotores y salas de programar conciertos tan tardíos entre semana. Luego es cuando vienen las quejas de que la gente no va a conciertos cuando nos encontramos con un caso como que toque El Hijo a las 22:00 y Bonnie ‘Prince’ Billy esté anunciado a las 23:00. Sospechamos que esta vez el partido del Athletic tenía la culpa pero siendo serios quién va a enganchar un jueves noche un partido con un concierto como este. Muy poca gente, desde luego. Por fortuna la trayectoria y fama de culto del bigotudo bardo de Kentucky garantizó un lleno más que digno en el Kafe Antzokia pocas horas después de recibir la noticia del día del comunicado de ETA.

Al menos en esta ocasión la hora anunciada fue tardía pero se cumplió, que no es lo habitual. Así a las 22:00 casi clavadas salió a escena Abel Hernández, El Hijo. Quién en otros tiempos se escondiera tras los influyentes y experimentales Migala. En su puesta en escena, sobria, más de lo normal ya que como explicó venían tan sólo él y un acompañante, con sus dos guitarras. No les hizo falta más para emocionar en un estilo de cantautor descarnado muy en la senda de su otrora compañero de banda Nacho Vegas. Una voz emocionada, que también recuerda a la del gijonés, letras que merece la pena escuchar y en definitiva, un folk-rock nocturno con sensibilidad artística más próxima al indie. Incluso tuvo tiempo para hacer una versión de Mikel Laboa.

Después sería el turno de Bonnie ‘Prince’ Billy o lo que es lo mismo, Will Oldham, el príncipe o quizá rey del indie-folk norteamericano, que se demostró sobre el escenario como tal por si alguien no lo tenía claro con sus trabajos de estudio. Con una presencia tan elegante como divertida, está hecho todo un personaje escénico ocultando a menudo su sonrisa detrás de ese frondoso bigote. Sus compinches, todos ellos implicados en el juego de hacer coros, un guitarrista, un teclista, un contrabajo y una cantante dedicada exclusivamente a esa tarea.

Por la parte del público llamó la atención como nada más terminar El Hijo, la gente comenzó a tomar posiciones privilegiadas en la parte delantera de la sala, rara costumbre estando la sala holgada que daba una idea de las ganas que había por ver bien el espectáculo. Hablamos por tanto de un público, por cierto bastante maduro, que venía ganado de antemano. Lo que no quiere decir que la banda no se ganara canción a canción el respeto y aplauso de los presentes. Podemos tachar toda la actuación de exquisita, emocionante y a veces catárquica, especialmente en momentos como «I See a Darkness» o «Go Folks, Go».

Y es que si incluso a un profano a la mayor parte de su discografía como yo, convencieron, no quiero imaginar (tampoco lo necesito, viendo la calurosa acogida de algunos temas entre los presentes) lo que la velada significó para un fan más estudioso de su delicada obra. Sonido impecable, coros angelicales, una épica que crecía desbordante por encima de lo plasmado en sus discos, músicos sobrios y a la altura del maestro y este derrochando voz y carisma en cada uno de sus ademanes. Sin bises, pues ya habían hecho su trabajo estimulando los sentidos de todos los presentes, se fueron para no volver.

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20 de octubre de 2011