/Crónicas///

Sonic Youth – Madrid (19/04/2010)

Thurston Moore, Kim Gordon, Lee Ranaldo, Steve Shelley
9.0
La Riviera, Completo
Precio: 40

Schizophrenia
Bull in the heather
100%
Hey Joni
The Sprawl
‘Cross The Breeze
Stereo Sanctity
Brother James
Skip Tracer
Silver Rocket
Shadow of a doubt
Death Valley 69
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Trilogy A: The Wonder
Trilogy B: Hyperstation
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Expressway to Yr Skull

Las dos primeras citas de esta minigira ibérica de Sonic Youth prometían mucho. Tanto en Barcelona como en la primera de Madrid, la banda se presentaba, más por motivos imperativos que por otra cosa, en formato cuarteto. Su recién llegado compinche Mark Ibold se encontraba atendiendo al compromiso en Coachella de la estelar reunión de Pavement, así que los fab four (Moore, Gordon, Ranaldo y Shelley) parecían dispuestos a cambiar radicalmente para esta ocasión un setlist que, desde la salida de The Eternal, estaba basado casi enteramente en él.

Aunque no pudimos llegar a Au, las referencias no eran buenas de antemano ni encontré una sola impresión posterior que avalara las dosis de ruido y experimentación bastante extremas de los madrileños. Pero bueno, al parecer fueron los propios Sonic Youth los encargados de elegirles, gajes de ser unos perros verdes y además mecenas del rock alternativo, que aún camino de la tercera edad les pierde la rareza.

La cosa comenzó con una renqueante «Schizophrenia» que sonó sentimentalmente a gloria, no tan bien técnicamente y no fue recogida con el fervor esperado por el público. A posteriori sería uno de los momentos más melódicos de un concierto que cargaría efectivamente las tintas en su pasado más remoto; el de los 80 y primeros 90. De hecho, siguieron algunos de los temas más modernos que la banda estaba dispuesta a despachar esa noche. El incendiario single «Bull In The Heather» (Experimental Jet Set Trash and No Star, 1994) y «100%» (Dirty, 1992). Paradojicamente, los riffs y la lentitud perezosa de la segunda calaron más que la rítmica contagiosa de la primera.

Pero simplemente lo que pasaba es que pocos esperábamos una entrada de concierto tan llena de clásicos e incluso a los más grandes les hace falta engrasar al público. La incursión en el disco de la vela con la explosiva y punk «Hey Joni» fue punto de inflexión y pudimos vivir parte de la magia de un álbum que se nota les tocó interpretar en su totalidad hace pocos años y que sigue siendo decano en sus conciertos. Y así de Ranaldo pasamos a Gordon con el viaje lleno de matices de «The Sprawl», momentos que la banda aprovecha para hacer gala del ruido, pero también de la sutilidad dentro de él. Lo tienen todo muy calculado y aunque cuentan que por detrás La Riviera no brindó el buen sonido que había delante, casi seguro que es más achacable a la sala que a ellos y su equipo. Si alguna vez Sonic Youth han sido definidos como una banda de punk (que lo han sido), serían la más preocupada por sonar «bien» de todas.

Y que mejor para abordar el punk que la endiablada velocidad de «‘Cross The Breeze» con Steve Shelley funcionando a pleno rendimiento, al igual que los reducidos en extensión, pero sentidos pogos en las primeras filas al ritmo de uno de sus riffs más emblemáticos. Daydream Nation aún daría coletazos, pero decidieron continuar por la vía frenética con «Stereo Sanctity», otro de sus cortes más agresivos. Y es que a muchos debería caérseles la cara de vergüenza de ver a estos cuatro tipos que superan la cincuentena derrochando energía y canalizando la rabia de una «juventud» que sin duda siguen atesorando. El noise-rock seminal de voz cazallera con «Brother James» enlazó con uno de los momentos que destacaría en lo personal; «Skip Tracer», esa especie de transmisión de Lee recitando sobre guitarras inquietas y atonales es tan hit como la canción más pop que puedan tener los neoyorkinos, además de marcar, esta vez sí, el punto más moderno del concierto (1995), cosa que los que no somos lo suficientemente viejos para haber vivido a la banda en los 80, también agradecemos. El 2015 está cerca.

Tal vez la parte más intensa del concierto llegó con la recta final previa a los bises. De la velocidad catárquica de «Silver Rocket» nos sumimos en la belleza ambiental de «Shadow of a Doubt» a través de los suspiros y desgarros de Kim Gordon y una base musical que una vez más, se anticipó en los 80 al post-rock. Mágica sin duda. Y entonces llegó el hit del concierto. No, en «Death Valley 69» no se para uno a deleitarse con la peculiar forma de la banda de jugar y maltratar las cuerdas, pero en ella tenemos la más verdadera prueba de su influencia en Mudhoney, en Nirvana, en L7… un riff oscuro y poderoso, un bajo que remueve todo y un estribillo punk-rock. Germen de los 90 que 25 años después suena a gloria, a gloria putrefacta, pero eso no es cosa del paso del tiempo sino de su misma naturaleza. Ni que decir tiene que desató la locura colectiva y viendo a la banda tocar estas canciones no nos cuela su pose demasiado arty y fría a veces, estamos seguros de que lo disfrutan como críos.

Los primeros bises fueron las dos primeras partes de la trilogía del Daydream Nation, que de nuevo sonó enorme con sus altibajos de intensidad y su patente de tormenta-calma, aunque se hubiera agradecido el cierre de ciclo con «Eliminator Jr.» El caso es que así se volvieron a retirar para que a su regreso los primeros compases melódicos de «Expressway to Yr Skull» nos dieran la mala noticia. A aquello le quedaba poco para acabar, aunque la traca noise, la fiesta del reverb, la orgía percusiva y el estrangulamiento de cuerdas iba a llegar a su punto álgido. Es en definitiva un final muy visual y con mucha tensión, pero el intercambio de papeles con Death Valley 69 que sería protagonista en las otras dos fechas españolas hubiera sido un cierre más cálido y festivo.

El único punto polémico del concierto fue la duración, la mayoría nos quedamos con ganas de más. Lo cierto es que un par de temas más tampoco creo que les hubieran hecho mucho daño, especialmente recordando el extenso repertorio que tienen y a sabiendas que The Eternal lo tienen ensayado de pe a pa (lo iban a tocar y de hecho lo hicieron, casi íntegro al día siguiente). Pero bueno, el que los viera y quedase decepcionado desde luego no puede tratarse de alguien muy seguidor de estos dinosaurios (con permiso de sus amigos Mascis y Barlow) del indie-rock. Los demás, saben que de La Riviera salieron con un pedazo de historia del rock contemporáneo en los oídos.

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19 de abril de 2010