/Crónicas///

Woven Hand – Bilbao (04/12/2010)

David Eugene Edwards, Pascal Humbert, Ordy Garrison
8.3
Kafe Antzokia, Lleno
Precio: 20,40€ /22 €

Muy esperado el regreso de Woven Hand a tierras vascas. Lo allí presenciado un par de años atrás hacía que ninguno de aquellos asistentes pudiera resistirse a repetir, a modo de hipnosis latente que obliga a visitar un concierto de la banda siempre que pase cerca de ti. No es de extrañar entonces, que esta vez, obra del boca a boca, la misma sala registrase un lleno superior. Pero cuando llegó el turno de los teloneros todavía estaba la cosa muy holgada.

Lo que en principio era Loukas Metaxas acabó siendo Seven Seas Duet. La diferencia no la tenemos demasiado clara pero todo apunta a que Loukas es el nombre del percusionista y han improvisado el nombre para funcionar como dueto. Teloneros, por cierto, que no lo son por nada, sino porque David Eugene los utiliza para reforzar el toque étnico de su puesta en escena, como veríamos más adelante. Se trataba de un dúo, el citado percusionista y otro a las cuerdas de una especie de laúd. El dúo interpretó ante una multitud atenta su repertorio de música tradicional pero oscura, lejos de la sublimación festiva y ligada a celebraciones que la mayoría tenemos acerca de la música griega. En general podemos calificar su actuación de interesante pero claro, no llevan esos elementos a un territorio ni de lejos tan emocional como el reverendo Eugene, quedando así en un muestrario de folk recóndito, que por otro lado resulta ideal para ir entrando en clima de un concierto como el de Woven Hand.

Estos, salieron a escena con esa versión de Joy Division, «Heart and Soul», alejada del frío cemento de Manchester y con el armazón orgánico de su rock campestre. Bajando el tono hacia atmósferas más escalofriantes «Sinking Hands» y ya, habiendo visto la faceta rockera y la más reposada de la banda, empezábamos a hacer comparaciones. Comparaciones inevitables para quienes tuvimos el placer de verles en la gira de «Ten Stones». La banda intensa como entonces y el sonido alto también, pero con menor nitidez frente a lo entonces ofrecido. Una minucia, en principio.

Pero sobre lo que notamos tanto implícita como explícitamente es que la garganta de David Eugene no estaba del todo bien. Poco canto chamánico y mucho susurro y voz con efectos fueron los mayores escollos de un concierto que en general se palpaba como glorioso. Woven Hand son una banda tan desmarcada y ajena a tendencias, que también en directo consiguen desarrollar una personalidad única y muy diferente a la del propio disco. Eso ya es de por sí garantía. Su sección rítmica no puede ser calificada sino de dúo de bestias pardas, capaz de sacarle un músculo increíble incluso al tema más inocente de su repertorio, acentuando el ruido tanto en los momentos más épicos como en el crepitar atmosférico de las partes más folkies.

«The Thresingfloor» tuvo un papel predominante en el repertorio, cosa lógica teniendo en cuenta que supone un regreso a forma tras el, algo más plano «Ten Stones» (relegado a la exuberante «Kingdom of Ice»). «The Thresingfloor», «A Holy Measure», «Raised Her Hands», «His Rest» u «Orchard Gate» acapararon el concierto hasta el ecuador, con intensidad al nivel de otros temas más clásicos y similar acogida entre el público. Un público por cierto, muy entregado, sabedor de que es un concierto en el que guardar silencio, a excepción de algún que otro individuo dado a corear el nombre del grupo como si estuviera viendo la gira de reunión de los Backstreet Boys. Vivir para ver.

Según avanzó el concierto, Eugene parecía acusar más su afonía, solventada a base de recrearse en atmósferas, echar de mano de sus queridos tics fantasmales para susurrar las estrofas en plan inquietante, etc. Pero claro, este truco a la larga mermaba las canciones y, por mucho brebaje que tomara, los espíritus no quisieron acompañarle esta vez. En cuanto al sonido, la banda hizo uso de los servicios del percusionista de los citados Seven Seas Duet, para añadir aún más riqueza de la que ya son capaces de conseguir tan sólo siendo tres piezas, que no es poca e incluso al final de concierto hasta se animó su compañero a las cuerdas para interpretar los temas relegados al final, de «Mosaic» claro, como la emblemática «Winter Shaker» que no podía dejar de tocar, pese a que no estuviera pletórico para entonar los aleluyas de su estribillo o «Whistling Girl».

Que quede dicho que los escollos citados (sonido brutal pero no fino, afección vocal) fueron prácticamente imperceptibles para quienes no fueran testigos del ritual conciertil de Woven Hand con anterioridad. Se admiten los altibajos, pero duele haberles visto hace solo dos años y en la misma sala y recordarlo como concierto legendario. Desvinculándolo del antecedente, pulverizaron con aparente facilidad muchos directos vistos este año (véase la nota, arriba a la derecha) que quedan en agua de borrajas ante lo que Eugene y sus compañeros son capaces de invocar sobre las tablas. Pero esta vez no lograron alcanzar el nivel de excelencia que ya sabemos que atesoran.

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4 de diciembre de 2010