/Reseñas///

Sonic Youth – The Eternal

Sonic Youth - The Eternal portada
Matador, 2009
Productor: John Agnello
Banda: T. Moore, L. Ranaldo, K. Gordon, S. Shelley, M. Ibold

Géneros: ,

8.9

Palabras me faltan para definir lo que significa que una banda como Sonic Youth saque en 2009 discos como «The Eternal». Un disco, que no nos engañemos, para los neoyorkinos es de todo menos arriesgado, no así visto en el prisma general del rock o de la música alternativa. La banda continúa empeñada en mostrar que pueden rockear mejor que muchos jóvenes y para colmo, hacer canciones que engrosan su inabarcable repertorio de clases sobre como crear un sonido propio y no sonar estancos.

Tal vez ese sea el mayor denominador común de este, su disco número dieciséis. El cuarteto neoryorkino ha optado por hacer canciones, lo que no significa domesticarse pero si ceñirse un poco al guión del rock y a la imaginaria barrera de los 4 minutos de media. Como de costumbre Kim Gordon es la elegida para dar el toque de histeria y urgencia en temas como la apertura de «Sacred Trickster» y el prototípico ejemplo de calma-tormenta de «Anti-Orgasm», uno de los momentos en que su famoso ruido de guitarras cuenta con mayor protagonismo dentro del disco, creándose incluso momentos jazzies dentro de este frenesí del caos sonoro y atmósferas que nos evocan los tiempos de su memorable Daydream Nation.

Y es que el ejercicio de coger cualquiera de estas canciones e introducirlas por sorpresa en la lista de reproducción de la mayoría de sus clásicos a buen seguro que no chirriaría a ningún fan de la banda. Tanto es así que cuando suena el tintineante inicio de «Leaky Lifeboat (for Gregory Comso)» la sensación de deja vu es potente. Aquí Gordon sólo hace coros de colchón a la voz de Thurston y como suele suceder más en los temas protagonizados vocalmente por él, se hace más énfasis en los ritmos y en las melodías (la vocal, para empezar) que en la crudeza y la velocidad, pese a que la urgencia es una constante.
Es lógico que para que una banda lleve 30 años en la cresta de la ola del rock menos acomodaticio, con la misma formación y unidos por un atípico afán experimental, sea necesario la implicación de los cuatro miembros. Por eso no es de extrañar que nuevamente, los temas de Lee Ranaldo otorguen al disco los espacios de aire que sin duda un asalto tan directo necesitaba. Una es «What We Know», que pese a toda su capa de distorsión encierra algunas de las melodías más infecciosas del disco. En un clima mucho más apacible se sitúa el colorido clima psicodélico de «Walkin Blue», tal vez el tema menos asociable al sello de la banda.

Por su parte Thurston Moore, el que puede ser considerado líder de la banda está al pie del cañón con la acertada y acelerada «No Way», que incide en esa vena de agresión melódica incluso con ganchos tan pop como esos «hey, hey…». Coros que entroncan con los de «Thunderclap for Bobby Pyn», siendo esta un ejercicio mucho menos domesticado también compartido por el matrimonio Moore, así como «Poison Arrow». De hecho la confusión vocal también juega papel importante ya que en algunos temas incluso los tres hacen aparición.

Tal vez una de las claves que puede explicar esta vuelta decidida de la banda al rock directo es que se trata de su primer disco para la emblemática indie Matador y el primero que incorpora en su formación al bajista de Pavement, Mark Ibold que ya les acompañaba en directo ultimamente. No lo sabemos, lo cierto es que los puretas más molones de New York vuelven a desafiar los pilares de la música tanto con temas del cariz punk de «Calming the Snake» como con viajes astrales plácidos («Antenna») y turbulentos («Massage the History»). Siguen malacostumbrándonos.

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1 de enero de 2009