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Smashing Pumpkins – Oceania

Smashing Pumpkins - Oceania portada
EMI, 2012
Productor: Billy Corgan, Bjorn Thorsrud
Banda: Billy Corgan, Jeff Schroeder, Nicole Fiorentino, Mike Byrne

Géneros: ,

6.0

Cuántos habréis pensado que un grupo para vosotros estaba muerto pero sin embargo no podéis evitar seguir escuchando cada cosa que sacan, con la esperanza de que la banda en cuestión recupere las formas o la inspiración de antaño. Eso es lo que nos pasa con The Smashing Pumpkins, que hasta nos duele llamarles así desde que Billy Corgan se ha puesto sólo al mando de esta suerte de Guns N’ Roses de lo alternativo. Las reticencias son muchas pero en Zeitgeist había virtudes y en «Oceania» vuelve a haberlas. En cuestión de producción, el disco se ha visto muy beneficiado porque Corgan ha delegado en parte, aunque todavía le queda mucho si quiere que consideremos a esto una banda algún día.

Aunque él proclama que la nostalgia es la perdición para el rock, bien que trata de enganchar al comienzo del disco con rock que apuntaría a su cancionero de mediados de los 90. Sólo así se explica ese comienzo de «Quasar» a la «Cherub Rock» pasada por los filtros más actuales del stoner. Bonitos riffs, unas baterías bestias y ágiles imitando el estilo Chamberlin, arrollador sonido, pero un fondo desestructurado. Es el mal endémico de un disco de buenas intenciones y factura, pero la realidad es que las canciones de Corgan no son lo consistentes que deberían. «Panopticon» debería funcionara también para los que busquen rock, con riffs a la altura y esas ondulaciones melódicas propias de la banda.

Corgan lo intenta, pero no se puede esconder que se siente más cómodo enfocándose al pop, como demuestra el cálido aire épico de «The Celestials», uno de los mejores temas del disco. Es más, su querencia por los 80 y los sintetizadores sigue marcando su propuesta tanto para mal con cosas tan prescindibles como «Violet Rays» o la por lo menos agradable, «One Diamond, One Heart». Y abusa un poco, en «Pinwheels», donde elabora una bella melodía bien repuntada por coros pero que sufre a base de una mezcla inconexa de teclado, acústica y eléctrica.

Hablando de inconexión, en «Oceania» trata de hacer su canción de 9 minutos y lo mismo, parón, parte acústica, aburrimiento que no levanta ni el pulso progresivo que evidentemente iba a llegar y que ni siquiera sabe rematar con algo que no sea un fade-out.

Es peor el remedio que la enfermedad y nos quedamos con el lento exotismo de «Pale Horse» que sí pudiera colar por una canción de mejores épocas. Y es que si no tragamos con que esto sean Smashing Pumpkins, al menos nos podemos alegrar la vida con agradables destellos que no veíamos desde la época de Zwan, como en «The Chimera» e «Inkless», delicioso pop a base de riffs. Tan sólo el groove de «Glissandra» pone la sorpresa.

Mejor o peor que su lanzamiento previo, ese parece el papel al que queda condenado «Oceania». Parte son las canciones que no están a la altura de sus mejores tiempos, no fluyen como antes y cuando lo hacen es de modo artificial. Si a esto le sumas unas canciones en las que claramente visualizas al músico llamando a sus compañeros para grabar las partes en las que son necesarios, tienes otro disco que no pasa de correcto, de disco para escuchar de fondo sin molestar.

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1 de enero de 2012